lunes, 6 de julio de 2009

El perseverar

Es interesante notar que el continuar constantemente con algo que se desea, muchas veces cuesta. Cuesta no solo por el hecho mismo de tal vez tornarse hacia la monotonía, sino que también por que uno puede tender a aburrirse o desilusionarse al no lograr alcanzar lo que anhela.

La lucha constante con las diferentes dificultades que tenemos, el día a día, el continuo trajinar de las diferentes experiencias que vivimos, nos hacen participes incidentales en esto del perseverar.

Ya sea en aquello que estudiamos, en nuestro trabajo, llamamiento, asignación, o en nuestras responsabilidades varias, podemos observar que la vida misma requiere de perseverancia en todas sus tonalidades y circunstancias.

Si acaso quiero conocer más a alguien y tener una oportunidad con esa persona lo que debo hacer muchas veces, por no decir todas, es justamente perseverar, hasta que me diga que sí, o me dé la oportunidad de acercarme a dicha persona y conocernos más.

Si quiero llegar a ser médico, profesor, ingeniero, psicólogo, abogado, o quizás un técnico en algún área laboral, debo de empeñarme en todo aquello que me ayude a ser el mejor en lo que quiero lograr alcanzar, estudiando y llevando a la práctica lo que aprendo, pero de manera constante.
Supe ya desde muy pequeño que más allá del don natural que puede tener uno, o la habilidad para algunas cosas, el lograr aprender algo en particular, requiere de esfuerzo y constancia.

Cuando tenía más o menos cinco años, mi amigo Johnny con quien compartía mis juegos de infancia recibió como regalo una bicicleta. Esta venia adaptada con las famosas rueditas para no sufrir las temidas caídas del aprender a andar en bici.

Yo no tenía una bici y sin embargo junto con mi amigo comenzamos ambos el proceso de aprendizaje, poco a poco. Primero nos turnábamos y dábamos vueltas con ambas rueditas en la bici para no caer, luego tomamos la decisión de que una de las rueditas ya no tocaba el piso cuando andábamos y dijimos, es el momento, la ruedita izquierda salió de la bici, para quedar con una sola.

Más adelante notamos que ya la derecha tampoco tocaba el suelo y el momento de la gran decisión llegó. No había ya mas rueditas que aseguraran nuestra estabilidad en la bici, estábamos a merced de nuestro propio equilibrio.

El momento de la verdad había llegado, y así fue como con un poco de temor cada uno se inicio en la bici en su correcta forma sin las rueditas salvadoras.

Recuerdo que logré llegar a la esquina, la sensación de velocidad alcanzada, a sabiendas de la falta de las rueditas se torno en pura satisfacción, sin embargo al intentar doblar la esquina en el pedregullo, la bici se inclino demasiado, luego de lo cual caí de rodillas y la bici sobre mí. Lo siguiente que recuerdo es que mis rodillas estaban rojas por la sangre que brotaba de ellas, un dolor insoportable y la bici atrapándome.

La frustración era total. No podía entender por qué no había logrado andar de manera correcta, si antes lo había hecho siempre bien, aunque con la ayuda de la ruedita. Días más tarde intente otra vez llegar a la esquina y doblar sin caerme pero no funciono, nuevamente sufrí otra caída, con las consecuencias del caso, algún que otro raspón.

Sin embargo y más allá de las varias ocasiones en las cuales caí de la bici, no me deje vencer por esto, la determinación en mí era única, ya que no había miedo en cada ocasión que enfrentaba dicho “reto” sino que por el contrario, ansias y motivaciones, cual deseo de superación.

Una tarde, sin más, y observando como mi amigo iba y volvía en su bici, le dije, préstamela, a lo cual me dijo, ten cuidado, que no quiero que se me despinte mas, claro ya eran tantas las veces que lo había intentado que los resultados saltaban a la vista. Sin embargo, me subí a la bici, con la misma determinación que la primera vez, ahora tal vez ya sin miedo, y comencé a pedalear, me aproxime a la esquina, incline un poco el cuerpo hacia la izquierda, baje un pie y logré doblar sin detenerme o caer.

El perseverar es algo constante en nuestra vida, que trae como resultados satisfacción y progreso.

Muchas veces creemos que no ha alcanzado lo que hemos hecho, y que ya no vale la pena seguir haciéndolo, tendemos a aburrirnos o quedarnos sin ánimo o ganas, sin embargo, el superar la frustración o el desanimo, nos ayuda a progresar, de la misma forma que en todas las cosas de la vida, en el evangelio, el superar nuestras pruebas, dificultades o retos, nos ayudan a ser mejores y progresar, evitando así el quedarnos sentados mientras nuestro amigo va y viene en la bici sin rueditas.

Perseverar hasta el fin, es aplicable no solo a la vida eterna, nuestro máximo don alcanzable, sino a todos los otros dones que Dios nos ha dado y nos dará. Es aplicable a cada decisión que nos llevara a un progreso más grande cada vez, es aplicable a cada persona, a cada idea, a cada desafío, a cada meta.

El perseverar nos hace mejores, nos engrandece y nos da valor, nos eleva y nos da propósito.

El perseverar hasta el fin debe ser nuestra consigna en la vida, y nuestro lema. Aspirar siempre a lo más alto, pedir la ayuda divina y enfrentar los desafíos con fe y confianza, nos traerán satisfacción por la constancia que apliquemos.
El mantenernos constantes e inamovibles en nuestros valores, normas y fe nos acercará cada vez más al Señor y así le conoceremos más y mejor, realizando lo que el mismo realizo.

Sé que este principio es verdadero y nos hace mejores personas, pero por sobre todo mejores hijos de Dios. Jesucristo mismo persevero más allá de las debilidades de la carne. Gracias a su ejemplo y perseverancia, hoy podemos alcanzar el don más grande, el de la vida eterna.

4 comentarios:

Blogger Caro ha dicho...

Precioso gallo =P

7 de julio de 2009, 19:55

 
Blogger Unknown ha dicho...

gracias :)

9 de agosto de 2013, 13:24

 
Blogger Unknown ha dicho...

recien veo que escribiste.. un poco tarde pero Gracias :)

9 de agosto de 2013, 13:25

 
Blogger Unknown ha dicho...

gracias :)

9 de agosto de 2013, 13:25

 

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