lunes, 5 de enero de 2009

Se le hielan los pies

Se le hielan los pies, y el fraudulento suspiro cambia el rumbo de las palabras antedichas para volver a encontrarse frente a frente con la oscuridad. Cree que es tarde y que ya nada más le sobrará como cuando le sobraban brazos, con los que le atrapaban y bastaba para dejarse vencer, entonces la inercia de caer era un dulce instante donde lo demás dejaba de ser y el después no importaba.

No había nada mas, solo el vocablo de sus noches y silencios, solo el aliento de dos vidas dadas vuelta y tornándose repentinamente en una. Solo el todo de un miedo deslumbrante y oscuro, iluminándole los ojos y palpándole así las frías manos.
Se le hielan los pies nuevamente. Por el tiempo tal vez, por la distancia o porque así lo quiso. Dijo que fue para salvar el día y las muchas noches que faltaban por venir, y porque de no ser así no podría otra vez tener el ardor de su alma cerca, tan cerca que le quemaba por dentro.

Se le hielan los pies y estremece el susurro que recorre nuevamente la habitación ajena. No es el tiempo el que descansa, son los deseos que se fugan por la ventana entre abierta. Es la lluvia que inunda las páginas pisadas por las sombras desiertas. Son muchas y es una, una sola que contiene la verdad eterna de su torpe sueño lúgubre, tan lúgubre que no siente.

Se le hielan los pies al descender despacio, y nuevamente le cubren las alas invisibles de su vuelo. Las ansias se hacen participes de un quizás y en la letanía de su mente se quiebran en mil pedazos las lagrimas del alma acongojada. No es culpa suya, ni tampoco de quien llego repentinamente, sin embargo se encuentra entre el vivir o dejarse morir de repente.

Se le hielan los pies sin miedo, y el temor no cede ante la duda, no hay escapatoria frente a un destino claro y predilecto. Lo decide y entonces entiende que no es la forma ni el cómo sino el porqué, el motivo real de su decisión maldita.

Se le hielan los pies y la escarcha que cede ante la gravedad de su vuelo cubre el final de su añoranza y su pena. Esquiva levemente el intento de correr y avanza ante la impotencia de no poder. Y es entonces que se encuentra amaneciendo ante las últimas sinfonías del vaivén en la madera. Cruje el latido opaco y carmín de su horizonte y recuerda que vive aún aunque no entienda bien porque.

Se le hielan los pies, siente, busca darle calor y fe para que pase el dolor punzante de un frío intenso y entonces comprende que la lucha no tenía un sentido eterno ni era un fin común, sino muchos fines diferentes e insignificantes.

Se le hielan los pies otra vez, tantea a su lado buscando un par de medias rotas, abre lentamente los ojos, enciende la luz, y entonces comprende, que ese ensordecedor sonido llego más cerca de lo que esperaba y que ya no podrá pisar las hojas secas del otoño ni resbalar en el frío del invierno.

1 comentarios:

Blogger Majo ha dicho...

Hermosisimoo!!!!

6 de enero de 2009, 20:43

 

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