jueves, 24 de enero de 2008

Anuncio

La caldera chilló de forma histérica, aturdido salió a la puerta como cada mañana a buscar el diario. El frío le penetro desde los pies subiendo por el interior del fino pantalón del pijama, ( pantalones que siempre son más cortos que cualquier pantalón normal) y se le clavo un ardor punzante entre el pecho y la espalda.

Se detuvo un momento para limpiar con el puño de la manga el anuncio de bronce que ya a esa altura era casi ilegible.

- Manuel Andrade Cortéz – Fotógrafo.

Lo había mandado a hacer un par de años atrás, cuando el Doctor Lastarria, su vecino de en frente puso el suyo. No tenía, claro está, punto de comparación. El doctor había pasado por cuatro o cinco modelos diferentes en el correr de los años, mientras que él permanecía fiel a su cartel y a su bolsillo, dejado el anuncio en el olvido de los días.

Al principio lo lustraba con denuedo cada dos o tres días de manera religiosa. Luego, una vez, salio apurado y recordó en su carrera que no le había sacado brillo a su anuncio y lo dejó para la vuelta. La vuelta fue muy tarde así que lo pospuso hasta la mañana siguiente. A la mañana los pormenores cotidianos hicieron que nuevamente aplazara la limpieza del mentado anuncio y así, de a poco fue pasando el tiempo y opacándosele la profesión.

Un clavel, o el resto de lo que quedaba del mismo yacía debajo del diario.

- Con tanto viento de seguro que más de un jardín habrá perdido sus arreglos florales, pensó.

La caldera seguía reclamando desde la cocina, entró y tiro el diario sobre la mesa, dejando a su lado el clavel. Puso agua al termo, esperó que se hinchara la yerba con un chorrito de agua fría y aguardó que terminara el proceso previo para sentarse a leer un poco y desayunar.

-¡Los Biscochos! Extrañaba los biscochos, pero estaba muy frío como para aventurarse a la panadería.

Sacó de la bolsa del pan una galleta de campaña de la tarde anterior y abrió el diario en la penúltima página.

-¡Que increíble! Y pensar que era tan joven, como se les va la vida, un poco de plata, unas modelos, o colegas, fiestas, vicios y se sienten avasallados por la vorágine del mundo del cine.

Estaba poniéndose al tanto de la noticia del día. Era tapa de portada, había muerto el famoso actor Charles Cartegianni, un Italo-Argentino que la estaba rompiendo en Hollywood. Según fuentes cercanas al actor, habría sido a causa de una sobredosis de estupefacientes.

-Estupefa… -Y el dólar sigue cayendo.

-Tengo que aprovechar con este trabajo que me debe el gordo Raúl y comprar algunas divisas. -Pensó

Le andaba rondando la idea de viajar, salir del país por un rato, o por lo menos de la ciudad, si es que no se podía tan lejos.

-Hallan nuevos vestigios de civilización perdida en tumbas egipcias.
-Mueren 5 insurgentes en la franja de Gaza.
-Atentado con auto bomba deja 14 personas heridas y 5 muertos en Andorra.

Le puso un trozo de dulce de membrillo a la galleta y miró el reloj de pared. Se había parado a las tres y media. Supuso que serían como las nueve. Fue a buscar el suyo, que en realidad nunca usaba. Reviso el cajón de la mesa de luz, pero entre tanta cosa no logró ubicarlo. El celular estaba descargado y apagado, lo encendió, el día y la hora se habían desconfigurado.

Volvió a la mesa y tomo un par de mates más. Un artículo sobre los Indios Americanos Choctaw llamó su atención. El mismo hablaba acerca de la tan mentada leyenda de estos nativos americanos del norte que temían ser fotografiados, puesto que según su creencia la cámara al momento de registrar el instante robaba el alma del ser viviente.

-¿Cuantas almas habré robado yo? Analizo haciendo un recuento de los momentos y personas que tenía más presente.

Siguió pasando las hojas, recordó que aún no sabía la hora. -Este sería un buen momento para volver a tener una televisión. La había vendido a cambio de un reflex para la cámara, un trípode y un bolso.

Le pareció ver a alguien afuera, frente a la puerta. Se levantó y golpeo con el diario el mate, que le cayó con un poco de yerba y agua en la pierna izquierda, sin embargo no sintió nada. Ni quemazón ni nada. -¡Que lo tiro! Si hará frío que ni esto siento.

Al salir encontró en la esquina de la puerta una vela encendida. – ¿Me estarán queriendo hacer un trabajo? ¿Pero quien? No hablaba con nadie de la cuadra, casi ni le conocían y nunca estaba en casa.

Apagó la luminaria repentina y la guardó en el cajón de las herramientas por si llegaba a necesitarla en algún corte de luz.

Agarro la cámara de fotos del colgador de ropa detrás de la puerta y el bolso de trabajo, los dispuso en la mesa junto con las entregas del día y unas fotos que Patricia le había tomado la noche anterior, quejándose de que no tenia de él foto alguna.

Limpió el piso lleno de yerba y agua, refregó con un paño el pijama tratando de borrar un poco la mancha verdosa, doblo el diario para irse a cambiar de ropa, y éste quedó abierto en la sección del obituario.

Nunca había leído el obituario. Vio el listado de defunciones. Era una lista corta. El antepenúltimo llamó su atención de tal manera que la sensación que le sobrevino fue un tanto de perplejidad entre incredulidad e impotencia.

-Manuel Andrade Cortéz
“Comunicamos el sensible fallecimiento del Señor Manuel Andrade Cortéz, Fotógrafo de profesión (Q.E.P.D)”.

Miró el reloj de pared nuevamente, acerco a su nariz el clavel que había encontrado bajo el diario, no sintió aroma alguno, se sentó y le dio una chupada profunda al mate haciéndolo sonar, el sabor amargo invadió su garganta y pecho, suspiró como aliviado, se colgó su fiel cámara de fotos y dejó de respirar.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio